Os paso la 2ª parte del artículo de educación en Grecia. Tras la explicación de la paideia ateniense, como modelo base, os contamos las diferencias que había con 2 colectivos muy diferentes.
Por un lado, están las mujeres, completamente excluidas de la vida socio política griega, salvo dignas excepciones (muchas de las cuales están en el vivo, of course y que podéis apreciar en la crátera de figuras rojas de la derecha), tan poco dignas, que se dudaba de su alma hasta hace bien poco, no tenían ni voz ni voto en las Asambleas e incluso, carecían de la posibilidad de una futura ciudadanía como ocurría en el caso de los esclavos. Así de mal estaban las cosas. Era una sociedad por y para hombres.
Por otra parte está la agogé espartana, su sistema público educativo, tan diferente del resto de polis, que merece este extenso comentario aparte. Por un lado trasgresor, por ser un sistema financiado por el Estado, pero por otro se podría decir que "poco civilizado". No veamos incongruencias donde no las hay. Su concepción del mundo era diferente y eso es lo que os estamos intentando transmitir, para que los entendamos un poco más.
Era muy importante el papel de las hermandades o fratrías, que suplían los déficits de servicios sociales del Estado, al igual que ocurriría en la Roma Republicana con las cofradías y las corporaciones de legionarios o ciudadanos pobres y el Medievo con algunos gremios y guildas. Ayudaban a los más necesitados en los peores momentos: enfermedad, muerte, etc., pero no eran la panacea...
Para terminar os he copiado un texto clásico de Jenofonte, en donde se comparan los dos principales sistemas educativos: Agogé y paideia.
Con esto me despido hasta después de agosto. Pasad felices vacaciones y nos vemos en septiembre!!!!!!
P.
Mujeres:
Las niñas, por lo general, no pisaban nunca la escuela. Todo lo que aprendía una joven lo aprendía de su madre, abuela o de alguna criada/esclava de la familia. Estos conocimientos son, esencialmente las labores domésticas: cocina, tratamiento de la lana y tejido, y tal vez también algunos rudimentos de lectura, cálculo y música. De hecho, las muchachas jóvenes apenas salían al patio interior de su casa, ya que debían vivir lejos de toda mirada, alejadas incluso de los miembros masculinos de su propia familia, en el llamado Gineceo, la parte en donde residen las mujeres dentro del oikós.
Últimamente, las investigaciones sobre el tema, parecen revelar que no era siempre así y que había más libertad de lo que se pensaba, pero el tema es nebuloso por la falta de información, sobre todo en una época tan remota como la del vivo. Además, había grandes excepciones, como la polis de Esparta o algunos casos puntuales de mujeres excepcionales en diferentes polis.
Para solventar el déficit educativo, había diversas sociedades femeninas religiosas en origen, pero que trascendían este campo y allí aprendían temas complementarios a las labores de hogar y administración del oikós. Como los escritores eran habitualmente los hombres y son sus textos los que nos han llegado, apenas dan relevancia al funcionamiento de estos grupos e incluso, fomentan “leyendas urbanas” sobre los mismos, como los Thiasoi de bacantes en honor a Dionissos que fueron los más vilipendiados y que acabaron con la prohibición de las Bacanales en el año 186 a. C. con la conquista romana. Otras hermandades fueron los Gerarai o las Delíades de Delfos.
Hubo grandes excepciones a esta norma general, como la gran poetisa Safo de Lesbos, Corina o la conocida Aspasia de Mileto, esposa o amiga de Pericles.
“Ahora, puesto que se cree que tomó la decisión de enfrentarse a Samos para contentar a Aspasia, parece el momento de preguntar qué artes o qué poder tenía esta mujer, puesto que era capaz de dirigir a su antojo a los principales hombres del estado y ofrecía a los filósofos la ocasión de discutir con ellas en términos exaltados y durante mucho tiempo”. Plutarco, Pericles, XXIV
ESPARTA- agogé
Es bello morir, en primera línea, como valiente que lucha por su patria. Tirteo
Características del sistema educativo:
- Obligatorio: constituía un requisito indispensable para la plena ciudadanía. Cuando la terminaban, se les consideraba homoioi (“iguales”). Aquellos que no habían pasado por la agogé (educación espartana) eran ciudadanos de categoría inferior, que no podían acceder a las magistraturas ni a los cuerpos de élite. Eran directamente privados de sus derechos ciudadanos. Por el contrario, se podía dar el caso de no ciudadanos que, aceptados en el sistema educativo de la agogé, llegaban a ser hombres libres: eran los llamados mothakés. La excepción eran los herederos al trono, pues Esparta era una monarquía doble o Diarquía. Ellos tenían una formación especial que les preparaba para sus tareas de gobierno.
Nota: Las mujeres también debían pasar la agogé, aunque era un poco diferente y desde bien pronto, las escuelas espartanas eran mixtas.
- Colectivo: frente a la educación personalizada con un preceptor esclavo, al estilo de otras ciudades griegas, la agogé se estructuraba en etapas para grupos de niños de edad similar.
- Organizado por el Estado: era el propio gobierno de la ciudad el que gestionaba la educación pública como una de sus principales misiones. Además de contar con magistrados especializados, los éforos, que llevaban a cabo personalmente una supervisión diaria.
Hombres:
Tras el nacimiento, los ancianos (Consejo de la Gerusía) decidían si el bebé debía de ser educado por el Estado o por el contrario, arrojado por un barranco del monte Taigeto, el llamado apothetai o depósito de los expuestos.
Los futuros ciudadanos se preparaban para la vida militar ya desde la misma infancia. Los padres, ya sabiendo lo que les esperaba a sus hijos, evitaban cualquier muestra de ternura o consentimiento. No les proporcionaban cunas suaves, mantas calientes, ni siquiera pañales, y no les permitían berrinches ni caprichos. Era crucial que en esta etapa los niños perdieran el asco a cualquier alimento y el miedo a cualquier cosa (la oscuridad, la soledad, los castigos). Los muchachos sólo permanecían con sus familias hasta los siete años, edad en la que el niño pasaba a manos del Estado, al que no dejaba de pertenecer hasta su muerte.
Constaba de varias etapas. Hasta los 7 años, eran educados en casa por las madres en una fase conocida como “crianza” (anatrophé), en la que las mujeres lacedemonias demostraban una gran competencia, a juzgar por el crédito que merecían las nodrizas de dicho origen. Un ejemplo es la nodriza espartana (llamada Amycla) de Alcibíades, el apuesto hijo de Pericles.
A los siete años se les apartaba de sus familias y comenzaban a vivir en barracones de estilo militar con los compañeros de su misma edad, sometidos a un entrenamiento que busca convertirlos en guerreros perfectos, preocupados sólo por el bien del Estado. Solían llevar la cabeza rapada, caminaban descalzos e iban desnudos. En un segundo plano, se daban nociones de lectoescritura.
De los siete a los doce años tenían una educación física colectiva, que incluía crueles castigos, flagelaciones, derramamientos de sangre, combates en grupo…con el objetivo de hacerles militares duros. El atuendo era un leve manto y los baños sólo se permitían en días de fiesta.
Los pedónomos (paidonomos) eran los pedagogos estatales encargados de educar a los niños. Solían mantener a sus alumnos (de entre seis y doce años) hambrientos, los hacían dormir al aire libre bajo la lluvia y los obligaban a correr descalzos por suelos embarrados o pedregosos y les exigían esfuerzos hasta la extenuación.
De los doce a los veinte años, recibían un entrenamiento militar, supervisada por un magistrado (paidonomos). Su educación se basaba en un adiestramiento en el manejo de las armas, aunque también se les enseñaban rudimentos de lectura y escritura, y algunas nociones de música (encaminadas a mantener el ritmo de la compañía militar, la falange hoplítica). Para endurecer su cuerpo dormían sobre un lecho de paja, iban descalzos, tenían una capa para todo el año y se alimentaban poco. Su dieta era desequilibrada, lo que los incitaba al robo de comida y agudizaba su ingenio, pues si los descubrían eran duramente castigados. Este castigo no era por robar, sino por fallar al hacerlo, como nos narra Jenofonte en su obra “La república de los Lacedemonios” (aunque no eran una república…).
A los 20 años, los que habían superado todas las pruebas o ritos de paso, participaban como soldados en las líneas traseras del ejército, y eran integrados en las syssitia o comidas en común, en las que se juntaban los homoioi (espartanos de pleno derecho). Estas agrupaciones (entre 15 y 100 personas dependiendo de la época) eran muy importantes para la transmisión de valores ciudadanos y para la organización militar y política del estado.
A los 30 años podían casarse, formar una familia y abandonar los cuarteles, aunque debían asistir y costear las syssitia hasta los sesenta años. A todo espartiata varón que hubiera superado la agogé con éxito se le daba un lote de tierra (Kleros) y los hilotas (siervos) adscritos al mismo, para garantizar su plena dedicación a la política y a la guerra, estándoles vedado el comercio, actividades artesanales, etc.
En resumen y según la clasificación por edades, el muchacho era:
· De 8 a 11 años, “chiquillo” o “lobezno” (robidas, promikizomenos, mikizomenos,
propais).
De los 8 a los 11 años los niños estaban distribuidos en “bandas” o “tropas” dirigidas por jóvenes, los “irenes” de más edad, y subdivididas en patrullas que encabeza el más avispado de los muchachos que la componen, llamado “buagos”.
Se les enseñaba a leer y a escribir, pero sus estudios se reducían a lo estrictamente necesario. El resto de la educación consistía en aprender a obedecer, soportar la fatiga con paciencia y vencer en la lucha. Se les afeitaba la cabeza, se les acostumbraba a caminar descalzos y a jugar desnudos la mayor parte del tiempo.
· De 12 a 15 años, “muchacho” (pratopampais, atropampais, meilleiren).
Dejaban de llevar túnica y sólo recibían un manto para todo el año. Dormían en dormitorios colectivos sobre jergones de cañas. No se bañaban y sólo se frotaban con aceite los pocos días festivos que había. Se les azotaba cruelmente por cualquier falta. Se les daba un alimento tosco e insuficiente para que buscaran víveres por su cuenta y se entrenaran así en el atrevimiento y la astucia.
· De los 16 a los 20 años, “irene”.
En esta etapa el adolescente se convertía en “irene” de primer, de segundo, tercer o cuarto año.
Durante este periodo se pasaba de la infancia a la adolescencia y los muchachos tenían que pasar por una serie de pruebas o ritos de paso:
a) Dos grupos de muchachos debían robar queso en el altar de Artemisa Orthia dando latigazos a sus oponentes.
b) La “criptia”(Krypteia) o escondite: tras un tiempo de retiro en el que el joven vivía solo y oculto en el campo, por la noche practicaba la caza de los hilotas y mataba al menos a uno. Según Aristóteles: “asesinaban a aquellos hilotas que creían aconsejable”.
Recibían además de la educación militar una educación musical, relacionada con la guerra (el oboe y los cantos marcaban los movimientos del ejército espartano).
· A los 20 años todo espartano se incorporaba al ejército activo.
· De los 20 a los 30 años estos jóvenes seguían viviendo con sus “camaradas de tienda”, y seguían comiendo todos juntos (sissitías). No se les permitía el acceso al Ágora, ni podían ejercer sus derechos políticos.
· Su vida familiar no empezaba hasta después de los 30 años.
· A los 60 años el espartano quedaba liberado del servicio militar y podía formar parte del Senado o consejo de los ancianos (Gerousia, Gerusia).
Mujeres espartanas:
A diferencia de otras sociedades griegas, la mujer espartana disfrutaba de una relativa libertad y autonomía, que les permitía ocuparse de actividades comerciales o literarias, entre otras posibilidades. Parte de esta libertad de la que gozaban se debía a que los hombres vivían en comunidad. No se dedicaban a las tareas del hogar, pues para ello ya tenían sirvientas hilotas. Su formación tenía lugar en las thiasoi o "asociaciones" femeninas, donde se establecía una relación entre las jóvenes y sus tutoras, parecida a la relación entre los varones y sus pedónomos. Desde niñas recibían una educación parecida a la que recibían los varones, entrenándose en gimnasia, música y deportes; se las alimentaba bien para que tuvieran buena salud y se las preparaba para ocupar un lugar central en la sociedad lacedemonia: el de madres de los espartiatas.
"Licurgo siguió un camino diferente. Las ropas eran elementos que podían ser encargados a las esclavas. Y, creyendo que la más alta función de las mujeres era la de tener hijos, insistió en que la mujer debía entrenar su cuerpo tanto como el hombre; y siguiendo esta misma idea instituyó competiciones de carreras y demostraciones de fuerza tanto para hombres como para mujeres. Su idea era que si los dos padres eran fuertes su descendencia sería más vigorosa." (Jenofonte, La República de los Lacedemonios).
Tal eugenesia, cercana a la selección natural, era la culminación de una educación de la mujer espartiata que, aunque totalmente al margen de la regulada agogé que seguían los varones, consistía también en una enseñanza elemental recibida en su casa y un aprendizaje de los valores cívicos en el marco de los coros de muchachas (thiasoi), con sus correspondientes iniciaciones rituales en fiestas cívicas, complementado todo ello con numerosos ejercicios físicos realizados al aire libre: carreras, lanzamiento de disco y jabalina, lucha… que tenían como finalidad robustecer el cuerpo femenino, prepararle para que el semen del hombre se adaptara bien, el parto fuese menos doloroso y engendrara hijos sanos y fuertes. Pero la fuerza no está reñida con la belleza y las mujeres espartanas eran reputadas también en este sentido, empezando por la homérica Helena, esposa del rey espartano Menelao, que, raptada por el troyano Paris, se encuentra en el origen legendario de la Guerra de Troya.
El amor maternal, en aquellas mujeres estaba supeditado (que no sustituido) por el amor a la Patria, hubo alguna que al saber al mismo tiempo la muerte de sus cinco hijos y la victoria de Esparta exclamó “¡Tanto mejor: demos gracias a los dioses!”. Otra mató a su hijo porque huyó del campo de batalla. En Esparta la mujer era la primera en hacer de sus hijos buenos soldados y buenos ciudadanos, permaneció fiel a la educación y a las costumbres particulares del estado.
Las espartanas, una vez superada la niñez, usaban un atuendo ligero: el peplos, cuyas partes trasera y delantera no iban cosidas, dejando al descubierto buena parte de las piernas y permitiendo por tanto, gran movilidad.
Aún así, no hay que olvidar que eran tratadas con tanta libertad y educación de cuerpo y mente debido a su finalidad principal, el gestar buenos soldados para la nación, con lo que el componente que hoy en día llamaríamos machista, seguía detrás.
Las mujeres espartanas no podían participar de los órganos de gobierno, ni acceder a cargos públicos, ni intervenir en las reuniones de los hombres, ni en el ejército. Estaban totalmente ausentes de las syssitías (comidas en común), en opinión de Platón por la propia naturaleza “biológica” de las mujeres, indisciplinadas y anárquicas, incapaces de someterse a las normas cívicas, de las que las comidas comunitarias eran símbolo y expresión.
No obstante, tampoco estaban obligadas a las labores domésticas, para las cuales contaban con esclavas. Tenían, en cambio, la responsabilidad de concebir y preparar a los hijos hasta los siete años, momento en que la educación pasaba a manos del Estado. En determinados casos, eran las administradoras de los bienes familiares, llegando en algunos casos a amasar grandes fortunas. Sólo heredaban en caso de que no hubiera hermanos varones con vida, en cuyo caso podían llegar a obtener la propiedad de grandes porciones de tierra. En Esparta, y en los casos enunciados, la mujer heredaba por derecho propio, con lo cual no debía casarse con el pariente más cercano para mantener su herencia intacta. Esto posibilitó que algunas mujeres acumularan tales riquezas y cantidad de tierra que les permitió competir con los hombres en influencia y prestigio. Estaban tan poco supeditadas al varón que una extranjera llegó a preguntar a Gorgo, esposa de Leónidas, sobre el dominio que la mujer espartana ejercía sobre los hombres y ésta habría respondido “También sólo nosotras parimos hombres” (Plutarco, Licurgo XIV)
Respecto al aprendizaje religioso, aunque lo comentaremos en otros posts, os hago un adelanto. Los textos religiosos y épicos aprendidos y comentados en clase, las enseñanzas familiares y la participación activa en los ritos públicos y privados, eran la base de este tipo de conocimientos. Si continuaban sus estudios con algún filósofo o pertenecían a alguna secta como la de Eleusis o la de Dionissos y Orfeo, se podían plantear dudas y preguntas místicas e incluso, cuestionar la veracidad de los relatos mitológicos, pero en general, había un gran sentimiento de piedad o ageneia. Y el que no lo tenía, procuraba en general ocultarlo, pues los juicios por impiedad (asebeia) eran un arma para quitarse enemigos muy fácilmente. Y si no, que se lo digan a Sócrates o a Anaxágoras…
Jenofonte, nos narra muy bien la diferencia en la educación de los niños helenos y sus diferencias con los espartanos o lacedemonios:
“Por mi parte, una vez que ya he acabado de hablar acerca de lo de la prole, quiero poner también en claro el modo de educación que unos y otros usan. Pues de los demás griegos, los que se ufanan de educar inmejorablemente a sus hijos, tan pronto como los niños son capaces de comprender lo que se les dice, sin pérdida de tiempo ponen a unos criados en calidad de pedagogos para que aprendan letras, música y gimnasia; ablandan además con el calzado los pies de los niños, y llevan la molicie a sus cuerpos entre los pliegues de los mantos; y toman al apetito de los niños por medida de lo que deben comer.
Licurgo, en cambio, en lugar de permitir que cada cual, particularmente, hiciera de unos esclavos los pedagogos de sus hijos, ordenó que ejerciera el poder sobre los niños, uno de los que desempeñan los más altos cargos, que es precisamente el que recibe el nombre de paidónomo; y diole autoridad para reunir a los niños y para observarlos y castigar con dureza al negligente. Asignóle también a unos jóvenes en calidad de mastigóforos, para que castigasen a los niños cuando fuera preciso; de modo que un gran respeto y una absoluta obediencia juntamente allí concurren. Además, en ligar de ablandar los pies con el calzado, ordenó que los endurecieran andando descalzos, pues pensaba que, si de este modo se ejercitaban, mucho más fácilmente escalarían las alturas, y con mayor seguridad bajarían las pendientes, y saltarían y brincarían lo mismo en longitud que en altura con mayor ligereza. Y opinaba también que, en lugar de envolverse muellemente en mantos, debían acostumbrarse a no llevar sino un solo vestido en cualquier época del año, considerando que así estarían mejor dispuestos a afrontar tanto el frío como el calor.
Y en cuanto a la alimentación, ordenó que en las excursiones dispusiera cada irén (tropa) de una cantidad tal, que no les expusiera a sentir la pesadez de la hartura, ni les hiciera, por otra parte, desconocer lo que es pasar necesidades; porque creía que los así educados podrían mejor, si necesidad tuvieren, soportar la falta de víveres, y resistirían durante más tiempo con la misma ración, si así se les ordenase; y no necesitarían de un selecto condimento, sino que estarían mejor dispuestos a cualquier clase de comida, y vivirían, en fin, más saludablemente. Pensó, además, que un género de alimentación que dé esbeltez al cuerpo, haciéndole crecer en estatura, conviene más que una dieta que le ensanche desmesuradamente. Y para que no pasaran tampoco hambre excesiva, si bien no les permitía coger sin esfuerzo lo que necesitaran, les autorizó, en cambio, Licurgo a que robaran algo para poner remedio a su necesidad. Y que no fue por no tener qué darles, por lo que les indujo a que con tales trazas se procuraran provisiones, no creo que nadie lo ignore; sino porque es evidente que el que proyecta un robo, si es de noche, por fuerza ha de velar, y si de día, tienen que engañar y estar en acecho; y el que se dispone a apoderarse de algo, ha de percibir espías.
En todo esto, pues se pone de manifiesto que, si los educó del modo que he dicho, era porque deseaba, sin duda, hacer a los niños más diestros y batalladores en las necesidades de la vida. Mas tal vez alguno diga: ¿por qué entonces, si realmente consideraba bueno el robo, puso fuerte pena de azotes al que fuera cogido in fraganti?
Pues, respondo yo, porque también en las demás cosas que enseñan los hombres, se castiga al que no lo hace bien; y por eso también ellos a los que son sorprendidos los castigan por robar mal. Muéstrase aquí que donde es menester prontitud, el indolente saca muy poco provecho, y pónese, en cambio, en muy grandes dificultades.
Y para que, ni cuando se ausente al paidónomo, queden los niños faltos de jefe, dispuso de cualquier ciudadano que se hallara presente tuviera autoridad para ordenar a los niños lo que juzgara conveniente, y para castigarlos si cometían alguna falta; y con estas disposiciones consiguió que los niños fuesen aún más respetuosos, pues nada respetan tanto los niños ni los hombres como a los jefes.”
http://es.scribd.com/doc/23570525/Vida-cotidiana-en-Grecia-y-Roma-AKAL-copia
Nota: La grafía de las palabras griegas es un poco relativa y cambia según el autor consultado. Como a efectos del vivo, lo importante es su pronunciación, no os agobiéis con el tema del léxico escrito. Por ejemplo, sólo en este post, podréis ver escrito Syssitías de diferentes formas o Hilotas, se puede escribir también sin la h. Las másters, elegiremos la que más nos mole…algún privilegio teníamos que tener…En cuanto a la acentuación, la voy a usar de forma muy práctica, pondré la tilde en las sílabas que se pronuncian más fuerte en castellano, obviando la normativa ortográfica griega.
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