Él era el joven más bello de la ciudad y tenía la suerte de vivir al lado de la joven más linda de
Fueron pasando las estaciones y el deseo se hizo tan fuerte, que a pesar del enfrentamiento familiar, decidieron verse por primera vez, puesto que la rendija por la que se hablaban, no les había permitido más que intuirse brevemente.
Quedaron en un lugar que ambos conocían, una gran morera de frutos blancos que había a las afueras de la ciudad.
Ella, se fugó la primera de su casa. Iba velada y salió sigilosa de su morada, cuando todos en ella dormían. Llegó hasta el lugar, pero la asustó ver una leona con la boca ensangrentada y salió despavorida, con tal precipitación, que su lindo velo cayó y se le enredó al león entre las patas, favoreciendo su huida.
La leona, rabiosa, lo destrozó con sus fieros colmillos y se marchó hacia los bosques.
Pero entonces, llegó el joven, y vio el bello velo de su dama como estaba destrozado en el suelo y lleno de sangre. La emoción que le había hecho llegar silbando como un jilguero, se tornó en el más profundo de los pesares. Notó como su corazón se paraba y se ahogaba. Su dolor era tan profundo como el abismo más insondable y tomó su espada, traída por si tenía que defender a su amada, y se arrojó sobre ella, clavándola en su pecho para terminar con esa angustia que le llenaba.
La joven llegó a la morera cuando él aún respiraba, a punto de morir. No entendía qué podía haber pasado, cuando vio un rayo de luna que hizo bailotear los reflejos del enorme charco de sangre, sobre el que se retorcía agonizante el cuerpo de su amado. Él agarraba con fuerza el velo ensangrentado y al percatarse ella de lo acontecido, se lanzó también sobre la espada, en un último abrazo mortal, sobre su amado.
Tal fue la cantidad de sangre que manó de aquellos inocentes, que la morera cambió su color. Ahora da frutos púrpura, como la sangre de aquellos jóvenes, que vivieron separados y murieron juntos.
Sus padres, al descubrir semejante tragedia, consintieron en enterrarlos juntos y yacen eternamente unidos.
¿Romeo y Julieta?
No, Píramo y Tisbe. ¿Qué no habrán inventado los Antiguos?
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